Dentro de los proyectos que la Asociación para el Desarrollo del Campo de Calatrava aprobó con la primera convocatoria de ayudas LEADER 2014-2020, destaca la subvención, por valor de 200.000 euros, para adquisición de maquinaria textil a la empresa Fruncidos Condes S.L, fabricantes de artículos de mercería desde hace más de 30 años, con sede en Almagro.
Esta cantidad permitió a la empresa, que dirige Pablo López Piñedo, ampliar su sección de encaje de bolillos industrial, consiguiendo con ello, posicionarse como un referente a nivel nacional en la fabricación de adornos. Actualmente, esta fábrica cuenta con 26 empleados, la mayor parte de ellos de la localidad almagreña, que desempeñan su labor en las distintas secciones de cinta bies, de nylon fruncido, de puntada decorativa, bordado fruncido, corte plano, ondulina, confección y encaje de bolillo, además de 10 colaboradores exteriores que siguen confeccionando labores de baberos de punto de cruz, cuellos y toallas. Una empresa muy implicada con el territorio del Campo de Calatrava, cuya filosofía, y lo que les hace diferentes con respecto a otras empresas de fabricación de adornos, es que cualquiera que busque adornos para confección, encuentre lo que necesite dentro de una amplia gama y pueda hacerlo a un precio económico.
El Grupo de Desarrollo Local para el Campo de Calatrava vio como una oportunidad conceder esta subvención en 2017 para permitir a Fruncidos Condes adaptarse a las nuevas tecnologías y a las necesidades de la producción industrial, y de este modo, tratar de impedir que se pierda la tradición artesanal textil de Almagro, cuna del encaje de bolillos.
Según indica el gerente de esta empresa, esta importante subvención les ha permitido adquirir 20 máquinas más de bolillo mecánico, entre los años 2017 y 2018, cuyo coste medio oscila los 40.000 euros por ejemplar. Pablo López explica que realizan el mismo trabajo del encaje de bolillo artesanal y tradicional de Almagro, pero “aplicado al siglo XXI” con unos principios productivos y una clara evolución. “Una encajera hace manualmente un metro de encaje trabajando de sol a sol y cobra unos 30 o 40 euros. Nosotros, aunque no con ese mismo toque especial, simplificamos el proceso consiguiendo un coste de 40 céntimos el metro”, señala Pablo.
La idea de sumar una sección de encaje de bolillos industrial, surgió a finales del año 2015, pero no fue hasta 2016 con el objetivo de iniciar un primer acercamiento con este mundo, cuando Pablo López visitó una feria de fabricantes en Milán. Allí, conoció a Manuel García Blau, quien le ayudó a establecer contactos con empresas de maquinaria de Alemania y negociar la compra.
A partir de ese momento, Pablo realizó un total de cinco viajes al país germano para comprobar cómo funcionaban este tipo de máquinas y cerrar acuerdos de compra de 10 máquinas cada año, hasta poseer finalmente 50, en octubre de 2020. “Las primeras las compre con miedo. Era una inversión muy grande y sabía que podía salir mal”, confiesa el gerente, explicando que fue en diciembre de 2016, cuando llegaron las 10 primeras máquinas y ya en el primer trimestre de 2017, al comprobar que contaban con un equipo humano capacitado que trabaja en turnos de día y noche, Fruncidos Condes pide otras 20 máquinas, de las cuales 10 llegaron ese mismo año y las otras 10 restantes a finales de 2018. Momento en el que ya pudieron salir al mercado español con un completo muestrario de tendencias y diseños.
Según explica Pablo López, esta maquinaria no es “nada nuevo” pues, las primeras máquinas de bolillo mecánico que se crearon datan de 1851 y surgieron como una necesidad de la evolución de la sociedad para sustituir procesos manuales de carretes de hilo. Sin embargo, las 30 máquinas con las que cuentan actualmente son de última generación, tienen informática aplicada y trabajan con diseño grafico. Lo que permite crear multitud de diseños y acabados en el encaje, que después acabarán planchados y envasados para su venta en tablillas.
Historia de la empresa
La historia de esta empresa que dirige Pablo López es, cuanto menos apasionante, ya que se trata de una empresa originalmente familiar que fue creciendo exponencialmente hasta llegar a ser líderes en fabricación de adornos para trajes de flamenca y moda infantil.
Fue fundada en marzo de 1981 por su padre, quien había sido toda su vida vendedor de bolillo mecánico y tiras bordadas de empresas catalanas. En vista de la demanda existente en el mercado y de las posibilidades de negocio que se planteaban, decidió con 55 años, y tras más de 30 años de experiencia en el sector, invertir todos sus ahorros para montar su propia empresa de fabricación.
Comenzó junto con su mujer y otra familiar, a coser puntillas de nylon y confeccionar cuellos elaborados a mano con puntillas. Poco tiempo después, Pablo se incorporó a la empresa familiar, en el año 1985, aparcando la carrera de Empresariales para ayudar a su padre, llevando a cabo tareas de administración en un primer momento e implicándose por completo un año después, no con ello menoscabando a su padre, al que define como su “referente”. Fue entonces cuando, a principios de los 90, tomó las riendas de la fábrica e introdujo en ella la mecanización, dejando en un segundo plano la fabricación artesanal, con el fin de simplificar el proceso y abaratar costes.